"TenÃa que ser ella".
A veces nos encerramos tanto en nuestros paraÃsos personales, esos que nos creamos como supervivencia de un mundo que ya dejamos de comprender porque no nos quiere entender, que olvidamos echarle un vistazo a la realidad y preguntarnos si estamos de acuerdo con ella, si quisiéramos cambiarla y por dónde comenzarÃamos. (Tal vez es este otro mecanismo de defensa, como el que utiliza nuestro cerebro para no confinarnos a la ansiedad absoluta de siempre vivir inconformes y queriendo lo que no se puede.) Yo, hoy no puedo decir que vivÃa feliz, conforme o que tenÃa una vida de ensueño, pero tenÃa mi pequeña isla inmune a la realidad, sÃ, tenÃa. TenÃa porque un dÃa a las orillas de mis playas llegó una ola, que admiré encantada avecinarse, hasta que se transformó en el oleaje que desató una tormenta. Azotó cada una de las palmeras y no destruyó mi isla, pero la agrietó hasta precipitarme a la realidad. Una realidad que decÃa, que nada de mi vida era como parecÃa, pero no, no piensen que esto significa que vino a hacer mal, por el contrario, es en las lluvias de este huracán inadvertido, donde tengo pensado dar hasta mi último baile. Lo que ocurre es que con ella descubrà todo lo que me hacÃa falta. Fue como instantáneamente darme cuenta de que habÃa algo que me ausente, nunca lo habÃa percibido, nunca lo habÃa necesitado, pero ahora que lo tenÃa, podÃa percibir que siempre hubo una pieza de inexistente en mÃ... Solo balanceándome en sus vientos pude sentir toda la felicidad de la que carecÃa mi vida, fue como explicarme en cada ráfaga "¿cómo podÃa considerar a aquello felicidad? Felicidad es esto, nada más". Ella me abrió los ojos a la realidad, a las miserias de mi vida, a lo mucho que me conformaba, a las aspiraciones muertas. Y tuvo que llegar dicho fenómeno para recordármelo, pero claro, tras mi exilio a la isla se ocultaban grandes motivos, no todos deciden autodesterrarse del mundo, y quien lo hace no lo hace solo porque sÃ.
Mis motivos..., asumo fueron las decepciones de la humanidad y la muerte de la fe por la vida.
Hubo un punto de inflexión en mÃ, donde comprobé eso de que la muerte no se lleva consigo solo una vida, la mÃa se fue en el mismo viaje. Rompà cadenas con cada cosa que habÃa conocido hasta el momento, todo absolutamente, me convertà en alguien nueva, en quién creo debà de haber luchado por ser siempre. Pero ese proceso fue largo, y con aquella perdida solo vinieron millones de catástrofes de toda Ãndole y en todo sentido, más de las que cualquier ser humano podrÃa soportar, supongo que tras la última, vino la decisión de tomar distancia de una cruda realidad con la que nunca tuve buena relación, una verdad que creÃa me odiaba. No fue una decisión tomada a sangre frÃa, sino una que ni me di cuenta habÃa tomado, hasta que llegó a susurrármelo ella con marejadas. Mi vida se habÃa quedado inerte, desvanecida, mi vida se habÃa quedado sin vida en algún momento en el que estuve demasiado ocupada para percibirlo. ¿Por qué? Simplemente porque habÃa existido hasta entonces creyendo en tantas cosas, que ver que solo existÃa una espera interminable, me hizo seguir esperando, pero ya convencida de que nunca llegarÃan. La felicidad, los amores bonitos, las almas gemelas, la persona indicada, el sentir sin sufrir heridas..., se volvieron solo ideas, ya no eran sueños, ni deseos, ni búsquedas, eran cosas que tenÃa asumidas como inexistentes, como la vida después de la muerte. Quizás la imposibilidad de descifrar el código de Houdini debió haberme preparado para ello, pero no lo hizo, lo hizo esa pérdida, lo hizo esta, porque era la mÃa. Porque si ella no volvió a mà ni al menos un instante, es imposible que las almas se queden en algún sitio, y desde que nacà esa habÃa sido mi convicción y esperanza más absoluta.
¿Cómo tiras para adelante cuando en lo que más creÃas es lo que tan grandemente te falla? Manera no habÃa, ni de creer, ni de soñar, ni de volar, solo era asumir que los mejores momentos de mi vida, ya habÃan pasado y me los repasaba mentalmente noche a noche para saborear un poco la alegrÃa, hasta que solo fueron infelicidad y dolor por discernir tanto del presente que me carcomÃa las paredes estomacales. Mejor olvidar el pasado feliz, porque no volverá, y las comparaciones más que odiosas, te hunden en la miseria. Dejando atrás la única época de júbilo conocida y asumiendo que en adelante nada mejor llegarÃa, comencé a vivir en piloto automático. Sin sentido, con cortas y esporádicas alegrÃas que me autocreé a consciencia, pero que me salvaban del acantilado del suicidio del que además fui muy cobarde para atreverme a lanzarme. Asà que en vez de saltar, me escapé a mi paraÃso desierto de pensamientos y culpas y "hubieras", dibujándome una vida, cualquiera, pero una. A partir de ahÃ, todos te ven y sienten orgullo y te llaman fuerte, pero tú no lo entiendes, porque en el fondo sabes que eres lo contrario. Sabes las millones de noches que pasaste a solas en llantos desconsolados, sabes las frustraciones que viviste cuando nada para mejorarte estaba al alcance de tus manos, cuando sabÃas que el único modo de aliviar tu dolor era imposible, cuando soñabas que vivÃas una pesadilla y despertabas aun en ella, cuando sabes que es imposible arrancar el dolor sin extirparse los recuerdos. Por eso cuando todos te ven fuerte, tú te ves como una basura, porque ya no puedes extrañar, ya ni el dolor más grande que sufriste, lo sufre, ya no te afecta, eres un robot que no echa de menos los dÃas que deberÃa desear seguir teniendo...
Pero justo cuando te das asco completamente por la necesidad de convertirte en eso que nunca fuiste como único remedio y crees tener por dentro la más oxidada de las maquinarias, la que nadie más que tú misma ha logrado echar a andar, la pones en marcha a consciencia, y sin percibirlo un dÃa cambiaron los vientos y las piezas siguieron su propio ritmo. Y te sorprendes, y te quedas perdida porque fuera de tu paraÃso no sabes andar, porque estás acostumbrada a caminar por la arena y tus piernas en el pavimento de las calles de la verdad, se sienten más extrañas que las de Ariel al estrenarlas. Y vuelves a sentir, y vuelve a doler, porque nunca habÃas estado sin control, porque nunca habÃa alguien más piloteando contigo, y te crees que te van a destruir, que no se puede sentir de nuevo, que no se puede dar ese poder, que no puedes permitir que inmunicen el sistema que tantos años te costó crear, pero ya lo hiciste, desde que sentiste ese miedo, ya le habÃas dado todos los permisos de secuestrarte el alma, porque ya estabas sintiendo todo lo demás... Y estás feliz, pero has estado tan entrenada para lo contrario que no sabes ni cómo se hace, no recordabas qué era eso, no recordabas qué era vivir sin tormentos, sin buscarte las espaciadas alegrÃas, sin ser responsable tú misma de tus horas felices, y esa fragilidad te asusta y desorienta, pero aquella tormenta se siente tan perdida como tú, porque jura haber estado durante más años, en busca de una isla donde descansar, aunque nunca pensó que se ubicarÃa en el PacÃfico..., ella hubiera elegido una más cerca al Mediterráneo, pero como yo no elegà su llegada, ella tampoco pudo elegir su destino...
Hubo un punto de inflexión en mÃ, donde comprobé eso de que la muerte no se lleva consigo solo una vida, la mÃa se fue en el mismo viaje. Rompà cadenas con cada cosa que habÃa conocido hasta el momento, todo absolutamente, me convertà en alguien nueva, en quién creo debà de haber luchado por ser siempre. Pero ese proceso fue largo, y con aquella perdida solo vinieron millones de catástrofes de toda Ãndole y en todo sentido, más de las que cualquier ser humano podrÃa soportar, supongo que tras la última, vino la decisión de tomar distancia de una cruda realidad con la que nunca tuve buena relación, una verdad que creÃa me odiaba. No fue una decisión tomada a sangre frÃa, sino una que ni me di cuenta habÃa tomado, hasta que llegó a susurrármelo ella con marejadas. Mi vida se habÃa quedado inerte, desvanecida, mi vida se habÃa quedado sin vida en algún momento en el que estuve demasiado ocupada para percibirlo. ¿Por qué? Simplemente porque habÃa existido hasta entonces creyendo en tantas cosas, que ver que solo existÃa una espera interminable, me hizo seguir esperando, pero ya convencida de que nunca llegarÃan. La felicidad, los amores bonitos, las almas gemelas, la persona indicada, el sentir sin sufrir heridas..., se volvieron solo ideas, ya no eran sueños, ni deseos, ni búsquedas, eran cosas que tenÃa asumidas como inexistentes, como la vida después de la muerte. Quizás la imposibilidad de descifrar el código de Houdini debió haberme preparado para ello, pero no lo hizo, lo hizo esa pérdida, lo hizo esta, porque era la mÃa. Porque si ella no volvió a mà ni al menos un instante, es imposible que las almas se queden en algún sitio, y desde que nacà esa habÃa sido mi convicción y esperanza más absoluta.
¿Cómo tiras para adelante cuando en lo que más creÃas es lo que tan grandemente te falla? Manera no habÃa, ni de creer, ni de soñar, ni de volar, solo era asumir que los mejores momentos de mi vida, ya habÃan pasado y me los repasaba mentalmente noche a noche para saborear un poco la alegrÃa, hasta que solo fueron infelicidad y dolor por discernir tanto del presente que me carcomÃa las paredes estomacales. Mejor olvidar el pasado feliz, porque no volverá, y las comparaciones más que odiosas, te hunden en la miseria. Dejando atrás la única época de júbilo conocida y asumiendo que en adelante nada mejor llegarÃa, comencé a vivir en piloto automático. Sin sentido, con cortas y esporádicas alegrÃas que me autocreé a consciencia, pero que me salvaban del acantilado del suicidio del que además fui muy cobarde para atreverme a lanzarme. Asà que en vez de saltar, me escapé a mi paraÃso desierto de pensamientos y culpas y "hubieras", dibujándome una vida, cualquiera, pero una. A partir de ahÃ, todos te ven y sienten orgullo y te llaman fuerte, pero tú no lo entiendes, porque en el fondo sabes que eres lo contrario. Sabes las millones de noches que pasaste a solas en llantos desconsolados, sabes las frustraciones que viviste cuando nada para mejorarte estaba al alcance de tus manos, cuando sabÃas que el único modo de aliviar tu dolor era imposible, cuando soñabas que vivÃas una pesadilla y despertabas aun en ella, cuando sabes que es imposible arrancar el dolor sin extirparse los recuerdos. Por eso cuando todos te ven fuerte, tú te ves como una basura, porque ya no puedes extrañar, ya ni el dolor más grande que sufriste, lo sufre, ya no te afecta, eres un robot que no echa de menos los dÃas que deberÃa desear seguir teniendo...
Pero justo cuando te das asco completamente por la necesidad de convertirte en eso que nunca fuiste como único remedio y crees tener por dentro la más oxidada de las maquinarias, la que nadie más que tú misma ha logrado echar a andar, la pones en marcha a consciencia, y sin percibirlo un dÃa cambiaron los vientos y las piezas siguieron su propio ritmo. Y te sorprendes, y te quedas perdida porque fuera de tu paraÃso no sabes andar, porque estás acostumbrada a caminar por la arena y tus piernas en el pavimento de las calles de la verdad, se sienten más extrañas que las de Ariel al estrenarlas. Y vuelves a sentir, y vuelve a doler, porque nunca habÃas estado sin control, porque nunca habÃa alguien más piloteando contigo, y te crees que te van a destruir, que no se puede sentir de nuevo, que no se puede dar ese poder, que no puedes permitir que inmunicen el sistema que tantos años te costó crear, pero ya lo hiciste, desde que sentiste ese miedo, ya le habÃas dado todos los permisos de secuestrarte el alma, porque ya estabas sintiendo todo lo demás... Y estás feliz, pero has estado tan entrenada para lo contrario que no sabes ni cómo se hace, no recordabas qué era eso, no recordabas qué era vivir sin tormentos, sin buscarte las espaciadas alegrÃas, sin ser responsable tú misma de tus horas felices, y esa fragilidad te asusta y desorienta, pero aquella tormenta se siente tan perdida como tú, porque jura haber estado durante más años, en busca de una isla donde descansar, aunque nunca pensó que se ubicarÃa en el PacÃfico..., ella hubiera elegido una más cerca al Mediterráneo, pero como yo no elegà su llegada, ella tampoco pudo elegir su destino...
Simplemente..., las cosas pasan, y hay que tomarlas como vienen y vivirlas con fuerzas, sin miedos. En la vida no hay nada seguro, solo la muerte, ¡no le rindamos homenaje en el dÃa a dÃa! Me costó entenderlo, a mi tormenta también, venÃamos cargadas de tantas grietas que lo único que podÃamos hacer era destrozarnos en el caos más absoluto... Bueno, ahora solo puedo decir: qué bien se siente no pensar y dejar que las cosas te sorprendan, porque cuando decidimos ambas perder el control y tomar todos los riesgos, encontramos la calma que jamás sospechamos ansiar.
Ahora tenemos un mar entero a nuestra disposición…, uno sereno, sin prisas, ni presiones, donde sentimos que tener todo el camino por delante, pues ninguna desea huir después de al borde del abismo habernos encontrado. Un mar al que nos llevaron todos los errores pasados, para e que nos diseñó cada una de nuestras experiencias, uno en el que no hay que intentarlo tanto para que nadie se quede, en el que no nos desarma ningún tipo de tempestad aunque no tengamos nada asegurado, en el que nos entendemos sin comprendernos de todo y en el que no es necesario desvelar cada truco porque adoramos el misterio. Un mar en el que quisiéramos permanecer siempre, en el que no necesitamos controlar nada más que ser nosotras mismas, en el que nos abatimos y calmamos juntas porque el orgullo no es la prioridad. Un mar con azufre de realidad, en el que aun asÃ, sin esfuerzo dejó de tener importancia el resto de la raza humana, el mundo tal y como lo conocÃamos. Un mar al que elegimos una y otra vez abrazar cuando la crueldad exterior nos desarma o nos hace sonreÃr, porque en sus aguas habita lo mejor del universo, eso que te da una y otra vez la fe, esa hada que te revitaliza los sueños con objetividad, la misma que te hizo volver a creer, porque si ella existe, ¿cómo no va a existir la magia? Y es que parece utópicamente poética la verdad, y darte cuenta de que aquella que viste avecinarse como tu destrucción, fue la única dispuesta a quedarse y repararte. Después de haberte tú, pasado la vida reparando corazones ajenos sin mirar el tuyo (y también haberlo querido hacer con el de ella cuando todavÃa era una ola) y de todas, solo esa tormenta perfecta se preocupó por el tuyo. Te cambió la vida. Te devolvió todo aquello que solo habÃan quedado como ideas descartadas, e hizo sentir que hay alguien perfecto para ti aunque parezca el más imperfecto a primera vista, que cada quién tiene un sitio al que llegar que desde siempre le ha estado esperando seguramente sin haberlo percibido, que el amor si es amor no duele, solo alegra, solo es lindo, solo es una apasionada calma, el amor para ser amor, tenÃa que ser con ella...