martes, 26 de febrero de 2019

Juguetes

     

            
                     Capítulo IV - "Juguetes".
                            (Donna y Alex)

La idiota fui yo, creí haber hayado a la persona correcta y sólo me dejé ser un juguete perfecto entre sus manos. Ese que siempre quiso y jamás pensó obtener como fiel compañero de andadas, uno que anhelaba tanto que (quisiera yo pensar) su obtención inesperada le hizo tan torpe como para quebrarlo en cientos de pedazos. Ese al que se aferró, con el que pasó tantas tardes de domingo jugando hasta que reunió el valor para probar uno nuevo. Ese al que hizo creer en ventaja por la experiencia en el juego, pero no fue así. Desde un total arbitraje estuvo manipulada la partida, pues a punto de cruzar la meta, me sacó de competencia para conquistar el primer puesto en solitario (espero que el premio al menos haya valido la pena).
Tal como lo planeó aquí estoy, aquí está el juguete abandonado, el que ya no es más su predilecto, el que pensó ser todo para ella hasta que la realidad le dio de bruces; aquí está a la espera del próximo infante ansioso para el que logre ser todo. Esta vez será uno que merezca, uno que este no necesite jugar con nadie más, que me haga partícipe consciente de la partida, que pueda recorrer conmigo todos sus mundos imaginarios donde cumplir cada rol inimaginable. Anhelo que le baste solo conmigo, que a mí me baste solo con él, que cuando aparezca otro, sepa valorar todo lo que no apreciaste tú, por encima de la novedad y que tenga la delicadeza suficiente para controlar descuidos de neófito que me hagan quebrar nuevamente.
Sé que fui la ingenua que creyó en su bondad, quien no supo ver más allá de las mismas intenciones, pero nunca viene mal una nueva lección de vida. Hoy sé que llegaré a mi meta, pero no de sus juegos, sino, del más hermoso de todos, el que no se gana en solitario. Ese día que le encuentre, solo seré otro ejemplo de que todos los fracasos, solo son la forma que haya la vida para equilibrar el valor que le damos a las alegrías. Todo llegará en el momento correcto y de inmediato lo sabré, pues ya aprendí que no debemos conformarnos con quien pone en peligro nuestra integridad o vive intentando ganar para demostrar banalidades, que quizá sea más sencillo si parezcamos juguetes pero que en saber que no lo somos, consiste nuestra fortaleza, la que sólo amará quien merezca conocernos las flaquezas.
...
Qué graciosa es la vida..., ha pasado más de un año y ya... ni eres..., hace mucho. Lo mejor de todo, sigo aturdiendo pensamientos. Aun cuando quisiste haberme superado, recaíste, recaíste solitariamente y me di el placer de tomar el lugar de la niña con ansias por jugar. Te cuento que la encontré hace casi un año (a veces el amor de tu vida aparece tras tu mayor error). A esa que me enseñó la felicidad real,  la que me mostró que el amor sincero nunca duele, que sí existía alguien que no se aprovecharía de conocer mi fragilidad sino que me valoraría por vivir como si no la tuviera. Lo siento, pero no me aturde mi venganza y menos, tu dolor. Ni el mío ni yo jamás significamos nada para ti y realmente es imposible recoger los frutos que no fueron sembrados. Así que..., ¡qué bien que no seas feliz! Impunemente no jugarías conmigo, debiste haberlo sabido.

Ojalá





                         Capítulo III - "Ojalá".
                         (Donna y Madeleine)


Ojalá pudiéramos llorar y llorar hasta quedarnos vacíos, hasta el punto de olvidar qué brotó la primera lágrima... Ojalá su caída significara la huida del dolor... Ojalá valieran de algo más que torturarnos y recordarnos que sentimos por un corazón ingrato... Ojalá con llorar una noche entera solucionáramos todo... Ojalá al amanecer, teniendo ya secas las cuencas de los ojos, pudiéramos decir que ya estamos bien, que ya no sentimos igual. Pero no es cierto, seguimos igual, latiendo por quien no debemos y ni llenando los océanos de lágrimas cambiaremos ni nosotros, ni ellos ni las malditas complicaciones de la vida y la sociedad... Ojalá no tuviese que continuar resignada a llevarle en silencio bajo mi pecho mientras voy de otra mano viéndola pasar de la de siempre... Ojalá todo fuera más fácil... Ojalá no haberle devuelto aquella mirada... Ojalá nunca... Ojalá otra... Ojalá...

Tantos <<ojalá>> que se quedan en deseos lanzados al viento que nunca serán realidad. Nunca terminamos de llorar, nunca se acaba el dolor, siempre vendrá algo por lo que sufrir (o así me siento hoy). Veo la vida como un camino por atravesar lleno de espinas, algunos, con la obligación de no alcanzar a ver la rosa, nuestros ojos están demasiado empañados porque nuestra piel es más sensible a las heridas de contacto. Esos que lo atraviesan suspendidos por el simple aroma de sus pétalos, son afortunados, esos, no se dejan lastimar ni por la mayor de la espinas, ojalá fuéramos todos así, al menos por un día... En este instante, donde no se divisan las rosas, el deseo continuo de tener las cuencas y el alma secas por el resto del camino, seguirá siendo otro incumplido <<ojalá>> por asumir.

domingo, 3 de febrero de 2019

Kan Matkub




            Capítulo II - "Kan Maktub".
                     (Donna y Hera)


Fue una misma noche cuando el descubrimiento de dos sentimientos totalmente opuestos, se abrieron paso en aquel sueño. Experimenté la felicidad intensa jamás conocida besando unos labios inadvertidos, y supe que había encontrado lo que ni percibía estar buscando. Disfruté tanto como pude... Le besé, me besó, abracé fuertemente su cuerpo para perderlo dentro del mío y tomé su mano en un oscuro camino sin saber dónde llevaba (eso no era lo importante). Me sentía inexplicablemente eufórica, por primera vez con la sensación de estar rellena de helio y que su mano era la cinta que sostenía mi vuelo. Me había mostrado ante alguien espectacular que se sentía mi mundo y en ese momento, yo parecía lo más importante del suyo. A lo lejos se veían unas luces transportadoras a las que me acerqué siguiendo los pasos de quién simulaba una ansiosa Dorothy por el camino de baldosas amarillas. Pensé que ya todo estaba bien, nos habían arropado diferentes amistades (en la mayoría suyas) que nos alababan, mas de repente..., le pierdo.
Nadie parecía notar su ausencia ni mi búsqueda de vuelta a la oscuridad. Abrir los ojos y no verle tampoco a mi lado fue cómo si arrancasen de raíz la más preciada rosa de mi jardín, como si se llevasen algo que ya me pertenecía. Honestamente fue el dolor más grande que nunca sentí, el de perder lo nuevo, los recién descubiertos sentimientos. Sentí cómo quedó un inmenso vacío que me hacía desfallecer, seguidamente lo creí una sátira de la vida que me volvía un personaje absurdo y de inmediato sintiéndome la boca arder, entré en pánico. ¿Qué acababa de suceder? ¿A qué se debían esas lágrimas? ¿Cómo le besé si había exiliado de mi vida consciente cada resquicio de duda? ¿Cómo hiciste para colarte en mi fase MOR? ¿Por qué se sintió tan bien? Sobre todo, ¿por qué ahora me sentía tan mal? Abrumada y perdida me preguntaba si su presencia fue causante de mi confusión o la más clara anulación de las dudas existentes.
Pronto esas interrogantes fueron despejadas..., me di cuenta que esa oscuridad abundante en mi sueño sin su presencia, no era más que el dibujo de mi realidad. Y tras aquella angustia inexplicable, cerrar los ojos era sinónimo de volver a tener a esa silueta culpable que no podía dejar escapar. Vivía ocupando cada pensamiento, cada suspiro porque sabía que le encontraría más allá de lo etéreo, que me había adelantado el destino para que tomara calmada la ruta. Me mostró que la felicidad, aquella que en conciencia creí haber tenido, no tenía comparación con la que aún me estaba esperando, la que viví por cortos instantes, pero la que no dejé de perseguir en pensamientos. Mas, también me hizo saber, que aquella angustia desgarradora podía venir de su mano. El destino proclamaba una boca enaltecida donde no había punto medio, o conocía la felicidad extrema o la más rotunda desgracia. Tan difícil como hermoso. Si perdía lo hallado, la pena desarmaría mi alma en pedazos pero aún así, no me importó.
– Ni el dolor, ni la angustia, ni lo que tuviese que sufrir importaban porque solo por tenerte, valdría la pena todo –me explicaba.
Tú, vales la pena y el no haber detenido mi búsqueda logró que cada día viendo tus ojos amanecer, sienta que vuelvo a descubrir el universo. Agradezco el fenómeno ancestral que te hizo danzar en mis pestañas demostrándome que era hora de despertar y vivir lo anhelado, sin eso, no me hubiese atrevido a admitir mi verdad (o quizás hubiese tardado más años). Me diste el valor faltante demostrándome que yo también deseaba que mi vida tuviera alegrías y sin lograr dejar esa nueva necesidad dentro de mí, mi búsqueda tomó sentido. A veces me crees desquiciada y te preguntas, "¿cómo por un sueño alguien es capaz de replantearse totalmente la verdad de su existencia?", "¿cómo este hace que le dé un vuelco a su vida persiguiendo nuevas metas?" Acaricio tu mejilla y sólo puedo darte la misma respuesta.
– Es simple, mi convicción: tú.
Tú has sido la respuesta a cada pregunta y fuiste mi última duda. Algunos le damos vital importancia a esas experiencias extrasensoriales que somos incapaces de controlar, creemos en que tienen un sentido y para mí, son el faro guía de nuestro destino. El solo soñar con lograr perderme en la profundidad de tus verdes ojos, ser los labios que te besaran y saber que estabas a solas en un mundo a mi espera, me daba fuerzas para no caer en la alienación. Creí haberte encontrado en varias ocasiones llevándome siempre chascos que me hacían preguntarme si estarías pasando algo igual. Podías estar sufriendo, entregándote a otro cuerpo pensando que era el mío y aunque quizás eras feliz sin mí (cosa que no quería pensar), tal vez aun no sabías que me estabas esperando, pero lo hacías. La primera vez que me crucé tus ojos, me llamaste loca con toda la razón. Sostenías mi libro favorito y no se me ocurrió nada más patético que decirte en plena librería "¿qué tal tu vida sin mí?". Tu mirada desconcertada buscaba la cámara oculta y ante su ausencia proseguí con un "te conozco desde hace años, aunque tú no me conoces aun" y al "¿de dónde?" (sonando como un cliché galán) respondí con poco procesado "de mis sueños". Dudé tras esa frase si aun viviendo para encontrarte no estaba lista para ello, mas tu automática risa alegando mi locura, silenció todos mis miedos. Supe que ese sería el primer día del resto de nuestra vida.
Conocía el precio de perderme en tu intenso tímido mirar, pero debe tener propiedades magnéticas porque no dejé de explorarlo. Sabía que en un paso más, pagaría siendo la única culpable (yo fui quién corrió el riesgo), pero no me importó nada, ni nadie y por fin tengo lo que buscaba. Quizás también fue su gusto a café..., pero desde entonces me volví una adicta declarada de tus besos. No sé qué será de mí sin ellos... Sé que tú no crees en los sueños, en las almas gemelas, en los amores de otras vidas o el destino más allá de fortuitos accidentes, pero te confieso, aquellas lágrimas de angustia me persiguen cada día más. Que antes de tenerte era más valiente, que es imposible me arrebaten el éxtasis de las manos (¿por qué ahora permitiría que se fuese de mi vida lo que tanto he querido?), pero aún así, me aterra el irónico destino, pues por mucho tiempo también creí imposible tu hallazgo y aquí estamos hace seis años. Si se cumplió su inicio, ¿por qué no también su final? Tal vez debí saborear la gloria de tenerte solo para perderte, pero tampoco habrá sido en vano. Mi consuelo serán los momentos que te tuve y la persona que me hiciste descubrir que soy. Tu marcha no sería más que la muestra de que aun siendo tú mi destino, yo no seré el tuyo, que sólo nos tocaba enamorarnos, mas no pertenecernos.
– Debo aceptarlo, contra eso no se lucha –le dije yo asustada.
Pidió encontrara la calma como lo esperaba, aunque no vi venir su repentina confesión.
– Yo también andé de tu mano en esa oscura noche. Llevas mucho más de seis años, siendo la superheroína de todas mis historias.
En ese momento tuvo sentido su frase "somos dos sueños hechos realidad". Y aunque sigo viviendo con miedos (cualquiera que ame lo entenderá), confío más que nunca en que todo está escrito.