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martes, 26 de febrero de 2019

Ojalá





                         Capítulo III - "Ojalá".
                         (Donna y Madeleine)


Ojalá pudiéramos llorar y llorar hasta quedarnos vacíos, hasta el punto de olvidar qué brotó la primera lágrima... Ojalá su caída significara la huida del dolor... Ojalá valieran de algo más que torturarnos y recordarnos que sentimos por un corazón ingrato... Ojalá con llorar una noche entera solucionáramos todo... Ojalá al amanecer, teniendo ya secas las cuencas de los ojos, pudiéramos decir que ya estamos bien, que ya no sentimos igual. Pero no es cierto, seguimos igual, latiendo por quien no debemos y ni llenando los océanos de lágrimas cambiaremos ni nosotros, ni ellos ni las malditas complicaciones de la vida y la sociedad... Ojalá no tuviese que continuar resignada a llevarle en silencio bajo mi pecho mientras voy de otra mano viéndola pasar de la de siempre... Ojalá todo fuera más fácil... Ojalá no haberle devuelto aquella mirada... Ojalá nunca... Ojalá otra... Ojalá...

Tantos <<ojalá>> que se quedan en deseos lanzados al viento que nunca serán realidad. Nunca terminamos de llorar, nunca se acaba el dolor, siempre vendrá algo por lo que sufrir (o así me siento hoy). Veo la vida como un camino por atravesar lleno de espinas, algunos, con la obligación de no alcanzar a ver la rosa, nuestros ojos están demasiado empañados porque nuestra piel es más sensible a las heridas de contacto. Esos que lo atraviesan suspendidos por el simple aroma de sus pétalos, son afortunados, esos, no se dejan lastimar ni por la mayor de la espinas, ojalá fuéramos todos así, al menos por un día... En este instante, donde no se divisan las rosas, el deseo continuo de tener las cuencas y el alma secas por el resto del camino, seguirá siendo otro incumplido <<ojalá>> por asumir.