"Un café de otro mundo".
Y aquà estoy yo. En medio de la galerÃa. Frente a la pintura de un pequeño marciano. Y sintiéndome más extraterrestre que él.
Muchos dirÃan ¡qué triste tanta soledad!AsÃ, aislado en la penumbra filatélica, a solas, quizás hasta incomprendido.
Pero yo no. Yo lo envidio. Envidio su soledad, el no estar rodeado de restricciones... El tener su propio mundo lejano.
<<JurarÃa que en su semblante puedo discernir una sonrisa>>, aprecio. Intento imitarlo y parece inútil. No tengo fuerzas, menos aun, motivos.
Paradójicamente piensl que llegué hasta aquà para no pensar. Pero me equivoqué, porque cualquier expresión artÃstica nace de las entrañas de un ser con mucho por decir y mucho que hacernos reflexionar... AsÃ, acabo envuelta en el bucle de pensamientos que venÃan aturdiéndome desde siempre. TodavÃa más, desde varias semanas atrás, cuando volvà a verle, volvà a "incomprensiblemente" estremecerme, volvà a necesitarle ilógicamente y volvà a alejarme negándole el café con el tÃpico "si acaso un dÃa de estos, te aviso".
Pero toda mi vida habÃa sentido estar fuera de lugar. Subsistir nadando a contra corriente. Intentando seguir la sincronización de la danza que me rodeaba, pero sin éxito. Nada que hacÃa era entendido, y es que no se si me habrán intercambiado en el cunero o que simplemente nacà con la batalla intrÃnseca de encontrar mi tribu. Tampoco me llamarÃa la oveja negra de la familia (aunque si es por ser oveja serÃa arco iris) pero sà la que no encaja si no imita al rebaño. Y fue extremadamente cómodo vivir la mayor parte de mis años de eso, de seguir lo que me decÃan era y no correcto sin intenciones de preguntar "por qué". En muchos sentidos te facilita la existencia, en muchos más, te la imposibilita.
El dÃa que dejé de tener directora de orquesta, fui incapaz de retomar la melodÃa, y claro, con 16 años crear una nueva composición, parecÃa imposible. Asà que no lo intenté. Sobrevivà copiando recuerdos de viejos acordes que cada vez se desperdigaban más en mi memoria..., mientras murmuraba inconsciente en mi cabeza, un ritmo constante, hostigador y sin dudas, tenebroso. Un ritmo que apareció en creccendo en mis horas hasta incapacitarme de escuchar otra cosa...
Esa lÃrica incitadora me provoca, me aturde, me tiene de pie frente a esta imagen que parece captar solo mi atención.
De repente se cruza bajo mis párpados la constante inquietud de su mirada y la muerte de los destellos de su iris ante mis reiteradas negativas... Y ya estoy harta, ¡no necesito otra mirada sobre mÃ! ¡No me importan las demás (que sé recibiremos)! Me importa..., me importa: ¡esa! Me marcho a toda prisa. Solo escucho mis tacones golpeando el pavimento y rezo por estar aun a tiempo... Con una delatadora agitación en las manos, marco su número de teléfono.
Muchos dirÃan ¡qué triste tanta soledad!AsÃ, aislado en la penumbra filatélica, a solas, quizás hasta incomprendido.
Pero yo no. Yo lo envidio. Envidio su soledad, el no estar rodeado de restricciones... El tener su propio mundo lejano.
<<JurarÃa que en su semblante puedo discernir una sonrisa>>, aprecio. Intento imitarlo y parece inútil. No tengo fuerzas, menos aun, motivos.
Paradójicamente piensl que llegué hasta aquà para no pensar. Pero me equivoqué, porque cualquier expresión artÃstica nace de las entrañas de un ser con mucho por decir y mucho que hacernos reflexionar... AsÃ, acabo envuelta en el bucle de pensamientos que venÃan aturdiéndome desde siempre. TodavÃa más, desde varias semanas atrás, cuando volvà a verle, volvà a "incomprensiblemente" estremecerme, volvà a necesitarle ilógicamente y volvà a alejarme negándole el café con el tÃpico "si acaso un dÃa de estos, te aviso".
Pero toda mi vida habÃa sentido estar fuera de lugar. Subsistir nadando a contra corriente. Intentando seguir la sincronización de la danza que me rodeaba, pero sin éxito. Nada que hacÃa era entendido, y es que no se si me habrán intercambiado en el cunero o que simplemente nacà con la batalla intrÃnseca de encontrar mi tribu. Tampoco me llamarÃa la oveja negra de la familia (aunque si es por ser oveja serÃa arco iris) pero sà la que no encaja si no imita al rebaño. Y fue extremadamente cómodo vivir la mayor parte de mis años de eso, de seguir lo que me decÃan era y no correcto sin intenciones de preguntar "por qué". En muchos sentidos te facilita la existencia, en muchos más, te la imposibilita.
El dÃa que dejé de tener directora de orquesta, fui incapaz de retomar la melodÃa, y claro, con 16 años crear una nueva composición, parecÃa imposible. Asà que no lo intenté. Sobrevivà copiando recuerdos de viejos acordes que cada vez se desperdigaban más en mi memoria..., mientras murmuraba inconsciente en mi cabeza, un ritmo constante, hostigador y sin dudas, tenebroso. Un ritmo que apareció en creccendo en mis horas hasta incapacitarme de escuchar otra cosa...
Esa lÃrica incitadora me provoca, me aturde, me tiene de pie frente a esta imagen que parece captar solo mi atención.
De repente se cruza bajo mis párpados la constante inquietud de su mirada y la muerte de los destellos de su iris ante mis reiteradas negativas... Y ya estoy harta, ¡no necesito otra mirada sobre mÃ! ¡No me importan las demás (que sé recibiremos)! Me importa..., me importa: ¡esa! Me marcho a toda prisa. Solo escucho mis tacones golpeando el pavimento y rezo por estar aun a tiempo... Con una delatadora agitación en las manos, marco su número de teléfono.
—¿Marta...? —verifiqué nerviosa y carraspeé—. ¿Quieres ir a por ese café?
Era una pregunta, una simple pregunta pero para mÃ, significaba todo. Con esa interrogante, comienzo a seguir aquel ritmo que se escuchaba más fuerte que antes... Ese del que renegaba. Ese que me limitaba. Que me destruÃa.
Aunque comprendà que la libertad no reside en el aislamiento sino en la inclusión, supe, allÃ, frente aquel marciano, que no importa estar a solas, incomprendido, fuera de lo normativo... Siendo uno mismo, no precisamos de un común espacio terrestre que compartir con una tribu de cartón que nos tolera, pero no nos entiende. Necesitamos realidad, libertad y una convivencia pacÃfica con nuestros propios demonios... Lo demás, llegará...
Y a pesar de que la respuesta de Marta, fue un "es demasiado tarde", pude seguirlo, ejecutarlo y danzarlo... Porque también hay que entender que desaprovechar el tiempo, nos pasa factura. Que todo y todos, no esperan para siempre. Y que debemos aceptarnos y vivirnos bien, por nosotros, no por nadie más. Aunque jamás bebimos de aquel café, disfruto esa melodÃa que me hizo desearlo en primer lugar, colmada de sonrisas de infante sin inocencia. Y me doy cuenta que antes, cuando me preguntaban si era feliz o solo que recordara un dÃa en que lo hubiese sido, un instante de felicidad, no lo hallaba. Hoy cargo miles por contar y sé, no serán los últimos porque hoy, soy todo lo que quiero: yo misma.
Aunque comprendà que la libertad no reside en el aislamiento sino en la inclusión, supe, allÃ, frente aquel marciano, que no importa estar a solas, incomprendido, fuera de lo normativo... Siendo uno mismo, no precisamos de un común espacio terrestre que compartir con una tribu de cartón que nos tolera, pero no nos entiende. Necesitamos realidad, libertad y una convivencia pacÃfica con nuestros propios demonios... Lo demás, llegará...
Y a pesar de que la respuesta de Marta, fue un "es demasiado tarde", pude seguirlo, ejecutarlo y danzarlo... Porque también hay que entender que desaprovechar el tiempo, nos pasa factura. Que todo y todos, no esperan para siempre. Y que debemos aceptarnos y vivirnos bien, por nosotros, no por nadie más. Aunque jamás bebimos de aquel café, disfruto esa melodÃa que me hizo desearlo en primer lugar, colmada de sonrisas de infante sin inocencia. Y me doy cuenta que antes, cuando me preguntaban si era feliz o solo que recordara un dÃa en que lo hubiese sido, un instante de felicidad, no lo hallaba. Hoy cargo miles por contar y sé, no serán los últimos porque hoy, soy todo lo que quiero: yo misma.