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viernes, 6 de septiembre de 2019

Tenía que ser ella


     


   

                  "Tenía que ser ella".


A veces nos encerramos tanto en nuestros paraísos personales, esos que nos creamos como supervivencia de un mundo que ya dejamos de comprender porque no nos quiere entender, que olvidamos echarle un vistazo a la realidad y preguntarnos si estamos de acuerdo con ella, si quisiéramos cambiarla y por dónde comenzaríamos. (Tal vez es este otro mecanismo de defensa, como el que utiliza nuestro cerebro para no confinarnos a la ansiedad absoluta de siempre vivir inconformes y queriendo lo que no se puede.) Yo, hoy no puedo decir que vivía feliz, conforme o que tenía una vida de ensueño, pero tenía mi pequeña isla inmune a la realidad, sí, tenía. Tenía porque un día a las orillas de mis playas llegó una ola, que admiré encantada avecinarse, hasta que se transformó en el oleaje que desató una tormenta. Azotó cada una de las palmeras y no destruyó mi isla, pero la agrietó hasta precipitarme a la realidad. Una realidad que decía, que nada de mi vida era como parecía, pero no, no piensen que esto significa que vino a hacer mal, por el contrario, es en las lluvias de este huracán inadvertido, donde tengo pensado dar hasta mi último baile. Lo que ocurre es que con ella descubrí todo lo que me hacía falta. Fue como instantáneamente darme cuenta de que había algo que me ausente, nunca lo había percibido, nunca lo había necesitado, pero ahora que lo tenía, podía percibir que siempre hubo una pieza de inexistente en mí... Solo balanceándome en sus vientos pude sentir toda la felicidad de la que carecía mi vida, fue como explicarme en cada ráfaga "¿cómo podía considerar a aquello felicidad? Felicidad es esto, nada más". Ella me abrió los ojos a la realidad, a las miserias de mi vida, a lo mucho que me conformaba, a las aspiraciones muertas. Y tuvo que llegar dicho fenómeno para recordármelo, pero claro, tras mi exilio a la isla se ocultaban grandes motivos, no todos deciden autodesterrarse del mundo, y quien lo hace no lo hace solo porque sí. 



Mis motivos..., asumo fueron las decepciones de la humanidad y la muerte de la fe por la vida.
Hubo un punto de inflexión en mí, donde comprobé eso de que la muerte no se lleva consigo solo una vida, la mía se fue en el mismo viaje. Rompí cadenas con cada cosa que había conocido hasta el momento, todo absolutamente, me convertí en alguien nueva, en quién creo debí de haber luchado por ser siempre. Pero ese proceso fue largo, y con aquella perdida solo vinieron millones de catástrofes de toda índole y en todo sentido, más de las que cualquier ser humano podría soportar, supongo que tras la última, vino la decisión de tomar distancia de una cruda realidad con la que nunca tuve buena relación, una verdad que creía me odiaba. No fue una decisión tomada a sangre fría, sino una que ni me di cuenta había tomado, hasta que llegó a susurrármelo ella con marejadas. Mi vida se había quedado inerte, desvanecida, mi vida se había quedado sin vida en algún momento en el que estuve demasiado ocupada para percibirlo. ¿Por qué? Simplemente porque había existido hasta entonces creyendo en tantas cosas, que ver que solo existía una espera interminable, me hizo seguir esperando, pero ya convencida de que nunca llegarían. La felicidad, los amores bonitos, las almas gemelas, la persona indicada, el sentir sin sufrir heridas..., se volvieron solo ideas, ya no eran sueños, ni deseos, ni búsquedas, eran cosas que tenía asumidas como inexistentes, como la vida después de la muerte. Quizás la imposibilidad de descifrar el código de Houdini debió haberme preparado para ello, pero no lo hizo, lo hizo esa pérdida, lo hizo esta, porque era la mía. Porque si ella no volvió a mí ni al menos un instante, es imposible que las almas se queden en algún sitio, y desde que nací esa había sido mi convicción y esperanza más absoluta.
¿Cómo tiras para adelante cuando en lo que más creías es lo que tan grandemente te falla? Manera no había, ni de creer, ni de soñar, ni de volar, solo era asumir que los mejores momentos de mi vida, ya habían pasado y me los repasaba mentalmente noche a noche para saborear un poco la alegría, hasta que solo fueron infelicidad y dolor por discernir tanto del presente que me carcomía las paredes estomacales. Mejor olvidar el pasado feliz, porque no volverá, y las comparaciones más que odiosas, te hunden en la miseria. Dejando atrás la única época de júbilo conocida y asumiendo que en adelante nada mejor llegaría, comencé a vivir en piloto automático. Sin sentido, con cortas y esporádicas alegrías que me autocreé a consciencia, pero que me salvaban del acantilado del suicidio del que además fui muy cobarde para atreverme a lanzarme. Así que en vez de saltar, me escapé a mi paraíso desierto de pensamientos y culpas y "hubieras", dibujándome una vida, cualquiera, pero una. A partir de ahí, todos te ven y sienten orgullo y te llaman fuerte, pero tú no lo entiendes, porque en el fondo sabes que eres lo contrario. Sabes las millones de noches que pasaste a solas en llantos desconsolados, sabes las frustraciones que viviste cuando nada para mejorarte estaba al alcance de tus manos, cuando sabías que el único modo de aliviar tu dolor era imposible, cuando soñabas que vivías una pesadilla y despertabas aun en ella, cuando sabes que es imposible arrancar el dolor sin extirparse los recuerdos. Por eso cuando todos te ven fuerte, tú te ves como una basura, porque ya no puedes extrañar, ya ni el dolor más grande que sufriste, lo sufre, ya no te afecta, eres un robot que no echa de menos los días que debería desear seguir teniendo...
Pero justo cuando te das  asco completamente por la necesidad de convertirte en eso que nunca fuiste como único remedio y crees tener por dentro la más oxidada de las maquinarias, la que nadie más que tú misma ha logrado echar a andar, la pones en marcha a consciencia, y sin percibirlo un día cambiaron los vientos y las piezas siguieron su propio ritmo. Y te sorprendes, y te quedas perdida porque fuera de tu paraíso no sabes andar, porque estás acostumbrada a caminar por la arena y tus piernas en el pavimento de las calles de la verdad, se sienten más extrañas que las de Ariel al estrenarlas. Y vuelves a sentir, y vuelve a doler, porque nunca habías estado sin control, porque nunca había alguien más piloteando contigo, y te crees que te van a destruir, que no se puede sentir de nuevo, que no se puede dar ese poder, que no puedes permitir que inmunicen el sistema que tantos años te costó crear, pero ya lo hiciste, desde que sentiste ese miedo, ya le habías dado todos los permisos de secuestrarte el alma, porque ya estabas sintiendo todo lo demás... Y estás feliz, pero has estado tan entrenada para lo contrario que no sabes ni cómo se hace, no recordabas qué era eso, no recordabas qué era vivir sin tormentos, sin buscarte las espaciadas alegrías, sin ser responsable tú misma de tus horas felices, y esa fragilidad te asusta y desorienta, pero aquella tormenta se siente tan perdida como tú, porque jura haber estado durante más años, en busca de una isla donde descansar, aunque nunca pensó que se ubicaría en el Pacífico..., ella hubiera elegido una más cerca al Mediterráneo, pero como yo no elegí su llegada, ella tampoco pudo elegir su destino... 
Simplemente..., las cosas pasan, y hay que tomarlas como vienen y vivirlas con fuerzas, sin miedos. En la vida no hay nada seguro, solo la muerte, ¡no le rindamos homenaje en el día a día! Me costó entenderlo, a mi tormenta también, veníamos cargadas de tantas grietas que lo único que podíamos hacer era destrozarnos en el caos más absoluto... Bueno, ahora solo puedo decir: qué bien se siente no pensar y dejar que las cosas te sorprendan, porque cuando decidimos ambas perder el control y tomar todos los riesgos, encontramos la calma que jamás sospechamos ansiar. 



Ahora tenemos un mar entero a nuestra disposición…, uno sereno, sin prisas, ni presiones, donde sentimos que tener todo el camino por delante, pues ninguna desea huir después de al borde del abismo habernos encontrado. Un mar al que nos llevaron todos los errores pasados, para e que nos diseñó cada una de nuestras experiencias, uno en el que no hay que intentarlo tanto para que nadie se quede, en el que no nos desarma ningún tipo de tempestad aunque no tengamos nada asegurado, en el que nos entendemos sin comprendernos de todo y en el que no es necesario desvelar cada truco porque adoramos el misterio. Un mar en el que quisiéramos permanecer siempre, en el que no necesitamos controlar nada más que ser nosotras mismas, en el que nos abatimos y calmamos juntas porque el orgullo no es la prioridad. Un mar con azufre de realidad, en el que aun así, sin esfuerzo dejó de tener importancia el resto de la raza humana, el mundo tal y como lo conocíamos. Un mar al que elegimos una y otra vez abrazar cuando la crueldad exterior nos desarma o nos hace sonreír, porque en sus aguas habita lo mejor del universo, eso que te da una y otra vez la fe, esa hada que te revitaliza los sueños con objetividad, la misma que te hizo volver a creer, porque si ella existe, ¿cómo no va a existir la magia? Y es que parece utópicamente poética la verdad, y darte cuenta de que aquella que viste avecinarse como tu destrucción, fue la única dispuesta a quedarse y repararte. Después de haberte tú, pasado la vida reparando corazones ajenos sin mirar el tuyo (y también haberlo querido hacer con el de ella cuando todavía era una ola) y de todas, solo esa tormenta perfecta se preocupó por el tuyo. Te cambió la vida. Te devolvió todo aquello que solo habían quedado como ideas descartadas, e hizo sentir que hay alguien perfecto para ti aunque parezca el más imperfecto a primera vista, que cada quién tiene un sitio al que llegar que desde siempre le ha estado esperando seguramente sin haberlo percibido, que el amor si es amor no duele, solo alegra, solo es lindo, solo es una apasionada calma, el amor para ser amor, tenía que ser con ella...


martes, 26 de febrero de 2019

Juguetes

     

            
                     Capítulo IV - "Juguetes".
                            (Donna y Alex)

La idiota fui yo, creí haber hayado a la persona correcta y sólo me dejé ser un juguete perfecto entre sus manos. Ese que siempre quiso y jamás pensó obtener como fiel compañero de andadas, uno que anhelaba tanto que (quisiera yo pensar) su obtención inesperada le hizo tan torpe como para quebrarlo en cientos de pedazos. Ese al que se aferró, con el que pasó tantas tardes de domingo jugando hasta que reunió el valor para probar uno nuevo. Ese al que hizo creer en ventaja por la experiencia en el juego, pero no fue así. Desde un total arbitraje estuvo manipulada la partida, pues a punto de cruzar la meta, me sacó de competencia para conquistar el primer puesto en solitario (espero que el premio al menos haya valido la pena).
Tal como lo planeó aquí estoy, aquí está el juguete abandonado, el que ya no es más su predilecto, el que pensó ser todo para ella hasta que la realidad le dio de bruces; aquí está a la espera del próximo infante ansioso para el que logre ser todo. Esta vez será uno que merezca, uno que este no necesite jugar con nadie más, que me haga partícipe consciente de la partida, que pueda recorrer conmigo todos sus mundos imaginarios donde cumplir cada rol inimaginable. Anhelo que le baste solo conmigo, que a mí me baste solo con él, que cuando aparezca otro, sepa valorar todo lo que no apreciaste tú, por encima de la novedad y que tenga la delicadeza suficiente para controlar descuidos de neófito que me hagan quebrar nuevamente.
Sé que fui la ingenua que creyó en su bondad, quien no supo ver más allá de las mismas intenciones, pero nunca viene mal una nueva lección de vida. Hoy sé que llegaré a mi meta, pero no de sus juegos, sino, del más hermoso de todos, el que no se gana en solitario. Ese día que le encuentre, solo seré otro ejemplo de que todos los fracasos, solo son la forma que haya la vida para equilibrar el valor que le damos a las alegrías. Todo llegará en el momento correcto y de inmediato lo sabré, pues ya aprendí que no debemos conformarnos con quien pone en peligro nuestra integridad o vive intentando ganar para demostrar banalidades, que quizá sea más sencillo si parezcamos juguetes pero que en saber que no lo somos, consiste nuestra fortaleza, la que sólo amará quien merezca conocernos las flaquezas.
...
Qué graciosa es la vida..., ha pasado más de un año y ya... ni eres..., hace mucho. Lo mejor de todo, sigo aturdiendo pensamientos. Aun cuando quisiste haberme superado, recaíste, recaíste solitariamente y me di el placer de tomar el lugar de la niña con ansias por jugar. Te cuento que la encontré hace casi un año (a veces el amor de tu vida aparece tras tu mayor error). A esa que me enseñó la felicidad real,  la que me mostró que el amor sincero nunca duele, que sí existía alguien que no se aprovecharía de conocer mi fragilidad sino que me valoraría por vivir como si no la tuviera. Lo siento, pero no me aturde mi venganza y menos, tu dolor. Ni el mío ni yo jamás significamos nada para ti y realmente es imposible recoger los frutos que no fueron sembrados. Así que..., ¡qué bien que no seas feliz! Impunemente no jugarías conmigo, debiste haberlo sabido.

Ojalá





                         Capítulo III - "Ojalá".
                         (Donna y Madeleine)


Ojalá pudiéramos llorar y llorar hasta quedarnos vacíos, hasta el punto de olvidar qué brotó la primera lágrima... Ojalá su caída significara la huida del dolor... Ojalá valieran de algo más que torturarnos y recordarnos que sentimos por un corazón ingrato... Ojalá con llorar una noche entera solucionáramos todo... Ojalá al amanecer, teniendo ya secas las cuencas de los ojos, pudiéramos decir que ya estamos bien, que ya no sentimos igual. Pero no es cierto, seguimos igual, latiendo por quien no debemos y ni llenando los océanos de lágrimas cambiaremos ni nosotros, ni ellos ni las malditas complicaciones de la vida y la sociedad... Ojalá no tuviese que continuar resignada a llevarle en silencio bajo mi pecho mientras voy de otra mano viéndola pasar de la de siempre... Ojalá todo fuera más fácil... Ojalá no haberle devuelto aquella mirada... Ojalá nunca... Ojalá otra... Ojalá...

Tantos <<ojalá>> que se quedan en deseos lanzados al viento que nunca serán realidad. Nunca terminamos de llorar, nunca se acaba el dolor, siempre vendrá algo por lo que sufrir (o así me siento hoy). Veo la vida como un camino por atravesar lleno de espinas, algunos, con la obligación de no alcanzar a ver la rosa, nuestros ojos están demasiado empañados porque nuestra piel es más sensible a las heridas de contacto. Esos que lo atraviesan suspendidos por el simple aroma de sus pétalos, son afortunados, esos, no se dejan lastimar ni por la mayor de la espinas, ojalá fuéramos todos así, al menos por un día... En este instante, donde no se divisan las rosas, el deseo continuo de tener las cuencas y el alma secas por el resto del camino, seguirá siendo otro incumplido <<ojalá>> por asumir.

martes, 29 de enero de 2019

Índice

En este blog próximamente he decido comenzar a subir lo más variado de mis creaciones en un orden cronológico. Podrán encontrar desde relatos e historias cortas hasta poesía. Todos tienen relación y un personaje principal que los enlaza. Siempre junto al título encontrarán la especificación de sobre quién habla el personaje.... Historias, personajes y amores diferentes padecidos por una misma loca que si no escribe se ahoga: Donna Hepburn.

I - Un lugar en el mundo (D)
II - Kan Matkub (Estaba Escrito) (D y H)
III - ¿Por qué? (D y A)
IV - Juguetes I (D y A)
V - Je regrette (D y A)
VI - De romántica empedernida a desalmada irremediable (D y M)
VII - Ojalá (D y M)
VIII - ¿Cúal eres tú? (D)
IX - Amor sin fugas (D y C)
X - De la mano de Susan Alves (S, H y J)
XI - Ojalá, corazón cobarde (D y L)
XII -  Pensándole siempre (D y M)
XIII - Amor hoy de ayer (D y M)
XIV - Sensaciones Atrapadas (D, L y A)
XV -Tras mis párpados (D y M)
XVI - Lalaland (D y L)
XVII - A qué saben las nubes (D y S)
XVIII - 1625 Km (D y S)
XIX - Memorias de la imposible (D y B)
XX - Sólo de aquella (D y M)
XXI - Juguetes II (D y A)


(Puede en un futuro variar el título de alguna de estas obras pero siempre será aclarado).