Mostrando entradas con la etiqueta #carta. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta #carta. Mostrar todas las entradas

lunes, 26 de julio de 2021

Mamá...



Mamá:

Llevo varios años escribiendo, y esta es la primera vez que te lo hago a ti directamente. Porque sí, en cada letra has estado presente, para la mayoría has sido el motor, pero aunque muchas veces recomiendan los psicólogos este tipo de terapias, nunca me pareció necesario o más bien, te recordaba con tanto rencor que fingía que fingía que no había nada que decir, que no hacías falta porque nada había pasado, pensaba que nunca estuviste. Escribo por impulso, por necesidad de hablar, de organizar mis emociones y canalizarlas de tal manera que seguir viviendo sea posible, pero siempre con mucha emoción, hoy no es tanto el impulso, hoy no me tiemblan los dedos en el teclado por rapidez y necesidad de desbocarme, hoy lo hacen de incertidumbre, necesidad y debilidad. Es la primera vez que reconozco necesitar una madre… No ha sido un buen día, nada especial (bueno o malo) ha ocurrido, pero desde anoche mis emociones y yo estamos revueltas sin saber porqué. Quizás esta sea la razón o no, quizás simplemente sea mi forma de encontrarla, a través de ti…
Por miedo a la decepción, a no saber seguir siendo consciente de tu desaprobación, no he querido pensar en lo que soy y la forma en que me ves. Cuando me obligó la vida a conocerme y hacerme una mujer, crear o desvelar mi identidad, muchos me amenazaron y ofendieron en tu nombre. “Tú mamá no te permitiría esto”, “Ya te hubiera encerrado”, “No te aprobaría”, “No le iba a gustar”… Me dijeron que ser yo, era ofenderte a ti, y había vivido 19 años intentando lo imposible por conseguir lo contrario, pero yo sentí lo mismo, sentí que mi vida y quién soy sería faltarte el respeto, y eso ayudó mucho en que mi subconsciente dándolo por hecho me preparara para vivir de la manera que he tenido que hacerlo respecto a todos los que me han hecho eso: obviándote. No te tengo conmigo hace 8 años y aunque no estoy orgullosa puedo decir, que no lo percibí cada uno de ellos, de hecho apenas me di el golpe hace 2 años. Mis emociones y pensamientos me traicionaron, boicotearon mi sistema nervioso y me hicieron vivir tu pérdida a la fuerza como si hubiera ocurrido en ese instante, desde entonces no me he recuperado. Me di cuenta que te había olvidado, que no recordaba lo que era vivir con mamá, lo que era esa vida que ya nunca más tendría. Te culpé, no de dejarme sola o causarme el más grande dolor como tú temías, te culpé por no dejarme ser. No lo termino de sanar, lo admito. Tal vez por eso no estoy preparada para decirte adiós, y no lo quiero hacer pero quiero dejar ir el dolor, la culpa y el rencor. Una de mis médicos me forzó a ello y no he pasado un rato tan raro y difícil. Según ella, una biodescodificadora de gran fama aquí en la ciudad, no soy libre ni feliz porque te sigo llevando atada a mí y no es bueno para ninguna de las dos, que visto de negro porque te hago luto, que voy tatuada de ti y que cada decisión de mi vida es por tu causa. No estuve ni estoy de acuerdo con su diagnóstico porque sí, no te quiero decir adiós pero nunca te he querido tener presente. Nunca he querido visitar tu tumba. Ni pensar: ¿qué haría mi mamá en este caso?, ¿qué me diría ella?, ¿qué opinaría? Así, creo que la vida se hace más cuesta arriba.
No sé ya ni qué estoy diciendo ni porqué empecé a escribir esto, todos los pensamientos que tenía se disipan y mezclan en mi mente. Quiero paz, eso quiero. Esta vez no quiero pedirte perdón por ser yo, por ser tu deshonra y todo lo que no querías que fuera, hoy te digo que te perdono yo y por primera vez: te amo. (Perdona también por eso, por no saber ser cariñosa y seguir sintiendo vergüenza de expresar mis sentimientos. Si te tuviera delante, te sorprendería mi abrazo, quizás seguiría siendo singular, pero no por quedarme inmóvil sino porque no te soltaría.) No quiero seguir culpándote de mis decisiones. Si no fui yo misma antes es porque no estaba preparada, como para todo tardé en darme cuenta y en querer abrir los ojos, en sentir fuertemente la necesidad de salir del caparazón. Te fuiste en mi adolescencia, cualquier niño en mi caso teniendo una madre como tú o una de carácter más dócil, por aquella época, hubiese sufrido lo mismo que yo e igualmente se habría contenido. Sí, es difícil la vida sin ti. Ahora me doy cuenta porqué tenías miedo. Diariamente guiabas mis pasos por mi bien, por mi tranquilidad, para facilitarme las cosas, hacerme una buena persona, no para crear una niña ideal a tu gusto. Aunque decías que eso era y eso intenté, en el fondo no lo hacías por eso, me querías mucho para cortarme las alas de esa manera. Cuando pasan los años la vida se complica, hay que tomar decisiones importantes, hay que crecer, saber estar en el mundo, hacerse de su rinconcito, formarse en una mujer de bien, hay que saber no rendirse, tener claro los sueños, luchar por ellos, hacer cada día algo por llegar a ellos, y no perder la fe y las ganas es titánico. ¡Quién me iba a decir a mí que me estabas ahorrando estos dolores de cabeza en vez de transformarme!
De no necesitarte o recordar una vida contigo (sigo sin hacerlo del todo) he pasado a pensar: qué bonita la vida con mamá… No lo niego, envidio a todos los que aun la tienen y me pregunto qué se sentirá, tal vez no sepan el privilegio que es, como nunca lo he sabido yo y hasta a veces quisiera que todos estuvieran en mi posición porque me parece injusto. Las 5 etapas del duelo y yo no nos llevamos bien aparentemente, porque vale, ya no pienso que tú tenías que dejarme sola para que yo madurara y aprendiera a decidir, pero sí pienso que no merecías irte ni por mi culpa ni por nada. Me alegro que hayas disfrutado y vivido a tu gusto, después que te fuiste he descubierto que podías haberlo hecho más, que por mi hermana, por mí, por la sociedad, por la mentalidad que tu madre te implantó también a ti, te cohibiste de tomar decisiones que te hubieran alegrado aun más los días. Decías que era la niña que toda mamá quisiera tener pero yo me siento lo contrario. Me siento egoísta de no saber ver quién eras, conocer a la mujer más allá de la madre, me arrepiento de no haberlo hecho, me arrepiento de no haber escuchado tus consejos para el futuro por sentir que te tendría siempre y que aquello que me recomendabas no sería algo inmediato, cuánto me equivoqué. Debí haberte pedido un libro de instrucciones porque sin mamá, la vida no es lo mismo. La gente se queja de sus madres, que son pesadas, que se meten en sus asuntos, que se repiten mucho, vivir sin eso es terrorífico, es andar sin Norte. Así me siento yo, así me sentí cuando te fuiste, sabía en ese momento lo que estaba perdiendo. Ni siquiera en tus últimos días, relacioné a la muerte contigo, creí que te tendría siempre. Habíamos planeado que yo cuando me casara viviría contigo y mi papá, porque yo no quería separarme de ti, porque necesitaba tus orientaciones, que me ayudaras a vivir como siempre hacías. Soy un alma indecisa de por sí, y ahora sin brújula, a veces se torna imposible el camino. Considero que con los años he aprendido, sé que no soy la misma que dejaste y que a pesar de todo, tu ausencia me ha servido para conocerme y crecer sola, no tenía otro remedio pero ojalá hubiese tenido elección. Sigo siendo indecisa y un poco inmadura, mis emociones me pueden, nunca quito por entero la vista del pasado, prácticamente vivo en el futuro y tengo que aprender a disfrutar el presente, pero por otra parte, a diferencia de la gente de mi edad, tengo claro lo que quiero y quien soy y en eso soy estable y segura, no le temo a la soledad, a conocerme o estar conmigo misma. Una vez que me encontré, no he vuelto a perder el rumbo. A pesar de todo la complicación que consigo traen los años hace que una mente que no para, como la mía, explote. Un día parece que hay tanto qué escoger, otro que no hay elección, en ambos me doy cuenta que lo que necesito es tu voz. Es sentarme en tu cama como solía hacer, contarte que no puedo con la vida y que me ayudes a calmarme, que me insufles fuerzas, que me digas que no es oscuro el camino, que como decías “la vida no es blanca o negra, tiene muchos colores y cada día tiene más de uno”, que me aferre a los bonitos. Me encantaría poder llamarte o correr a ti también cuando reviento de felicidad, tanto que salto, que mi voz se transforma, que se atropellan mis palabras, que me creo capaz de todo.
La gente dice que soy fuerte, que he logrado mucho, que mi hermana y yo somos un ejemplo de superación. Vamos, que todo el mundo sabe que éramos dos niñas inútiles que poco futuro tenían de no ser por ti, supongo que ver que no morimos es su sinónimo de fortaleza, pero solo ella y yo sabemos lo que somos. Aunque ni se lo diga ni se lo vaya a decir, sí, a veces no la aguanto ni la entiendo, pero estoy orgullosa de ella, ya quisiera yo poder tener ese coraje que desde chica nos demostró enfrentándose hasta a ti. Ha crecido, ha hecho una vida, a mi parecer ha querido seguir tus pasos en algunas cosas, ha sido independiente y no nos ha necesitado para nada. Debería yo aprender a no necesitar a nadie verdaderamente, porque lo que hasta hoy hago solo es una pose, porque aunque no sean tú y mucho menos la sombra de lo que fingían ser, preciso de mi familia a mi lado, no sé independizarme emocionalmente de ellos y labrar mi camino. No tengo el valor de Paula en ese sentido. Sé que no es fácil para ella, además creo que tiene un plus de dificultad porque sé que sí se ha acordado de ti siempre. En un inicio lo hablábamos mucho, ambas deseábamos que todo fuera un sueño, que aparecieras por arte de magia a decir que había sido un chiste y que nos resolvieras la vida, y el problema con el que estábamos lidiando en el omento. Yo, intenté quitarle eso, me dolía, me mutilé e intenté cercenarla, porque aquello no era más que un sueño, no volverías nunca y la vida ya no sería fácil, resolver un problema jamás volvería a ser tan fácil como decir: mami…, todo dependía de nosotras. Pensar que nunca habías estado y que siempre me tocó arreglármelas sola, fue necesario para sobrevivir, no sé si fue la mejor manera pero lo hice inconscientemente.
Te vi en sueños, en cada rincón tantas veces, hasta mirándome al espejo, hasta que un día la forma en que te vi fue muy dolorosa y te rogué que no lo hicieras más. Desde entonces te sigo sintiendo en mi cuarto, sentándote en mi colchón, cubriéndome con las sábanas y susurrando mi nombre, pero solo te he visto en sueños, como una más del grupo de personas o en terribles pesadillas sobre la realidad de que has muerto… Pero yo quería hasta morir contigo, cuando te marchaste solo pensaba en ir en tu búsqueda pero pocas veces tuve el valor, todo quedó siempre en mi mente y un absurdo intento adolescente. Me siento mala persona pero cuando supe que mi abuelo estaba muriendo, solo quería decirle que si te veía te dijera que por favor vinieras a verme, que ya no tenía miedo. ¡Pobre de mi abuelo que no pensé en él! Pero solo habían pasado 6 meses sin ti… Mami, yo quería irme del mundo como llegué, junto a ti. Que me ayudaras en cada paso y decisión, que estuvieras en mi boda, que opinaras de mi novia, que la regañaras de vez en cuando o me ayudaras a convencerla de algo, que fueras mi cómplice, que conocieras a mis amistades, las cosas que disfruto, que fuéramos a comer juntas, seguir conociéndote en otras facetas, hacer viajes familiares, seguir teniendo navidades y días de la madre que no sean un constante deseo porque todo el mundo lo esté pasando igual de mal…
Muchos años me he sentido libre de no tener quién me dijera lo que hacer, parecía una fortuna que pocos disfrutaban en la adolescencia, no he hecho ninguna locura pero te sorprendería saber que demasiadas veces yo, la niña perfecta, fui nombrada la mala compañía, la huérfana que corrompía a los amigos, la nuera que nadie quería tener, la gordita del salón de la que no querían ver a sus hijos cerca. No entiendo porqué, ni faltaba el respeto, ni era un monstruo ni he ido desfasada, solo no tenía una madre ni las mismas limitaciones que el resto. Aunque te digo, que gente que tenía menos libertad que yo, hacía de todo y más y no pasaba nada. Pero bueno, que la vida es injusta no es nada nuevo. Ahora busco todo lo contrario a aquella libertad. Tu juicio me sigue aterrando pero quisiera que me vieras hoy, no pretendo enorgullecerte porque lograría solo lo contrario (aunque la gente por quedar bien siempre dice la frasecita de “estaría orgullosa de ti”, ¡qué saben ellos! No sabe nadie). Pero tengo ese deseo, te sorprendería ver cómo ha cambiado todo, como nada salió como pensabas, como todos dejaron caer sus caretas, como no existe más mí la vida en rosa ni la familia perfecta... Parece que como Benjamin Button, voy para atrás en desarrollo, crecimiento y madurez emocional, porque me vuelvo a sentir una niña, perdida, que solo quiere que su mamá le ponga el modo fácil al juego de vivir, que le sane las heridas, que prometa todo va a estar bien, que la tome de la mano y le diga: como vas, vas bien y tal como eres, está perfecto. Pero nuevamente me toca dejar de soñar simplemente le gana al paso del tiempo. Espérame que solo nos separaron para encontrarnos.